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martes, 4 de mayo de 2010

Hijo de la urgencia



Donde llegaba, nunca pasaba desapercibido. Tenía ese atractivo natural que nace de una mezcla de elegancia, inteligencia y señorío que le alejaban, incluso, de la época en que vivió. Su aspecto personal era el de un personaje de cine. Tenía una altura de casi un metro ochenta y poseía un aspecto imponente. Hablaba correctamente el castellano y media docena de otros idiomas. Vestía en forma muy semejante a los gentleman, excepto que en su solapa llevaba siempre prendido un emblema de tres círculos concéntricos que, interpretado por la mayoría de la gente como símbolo de los tres reinos de los ángeles, de los hombres y de Dios, a muy pocos de sus íntimos nos revelaría que esos tres círculos eran el emblema de la infinidad, la eternidad y la universalidad.

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Su vida fue una aventura constante, un camino entre el éxito y la tragedia en el que supo disfrutar de todos los placeres sin reservas. Viajó por todo el mundo, conoció el amor en todas sus vertientes y vivió siempre intensamente, como si cada instante fuera el último, como si presintiera la muerte cruel y prematura que le esperaba.

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Aún no había cumplido cuatro años, cuando Fulgencio ya había perdido a su padre, quedándose bajo la tutela de su madre, una mujer de fuerte personalidad que se había educado en una familia de mercantes y que, ahora, una trombosis la había obligado a establecerse en una silla de ruedas.

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Siete años después de perder a su padre, el niño Fulgencio se quedó huérfano al morir, también, su madre de forma repentina, víctima de un derrame cerebral. Con sólo once, fue recogido por su tía carnal por parte materna, Brígida, que desde ese momento se encargaría de su educación.

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Fueron tiempo difíciles que Fulgencio iría superando gracias a la afectividad de sus tíos y a esa inteligencia natural que le ayudó siempre a salir airoso de las situaciones complicadas a lo largo de toda su vida. Pusieron todos los medios para que el joven tuviera una formación completa. Se le instruyó en diversos idiomas y en una esmerada formación musical, pues aprendió a tocar el piano, el saxo y el violonchelo que, junto a la voz privilegiada que poseía y su modulación cultivada, le permitían convertirse en el alma de todas las fiestas y reuniones sociales, hasta el punto que a los catorce años pudo presenciar la dimisión de su institutriz aquel día en que, compareciendo ante sus tíos y tutores, pronunció unas palabras solemnes que quedarían grabadas en su corazón: " Señores, en este momento dejo de dar clases al niño porque todo cuanto yo podía enseñarle, ya lo sabe".

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Era aún adolescente cuando llegaron aquellos años de agitación social que acabarían degenerando en pura guerra fratricida y civil, y que pasaría en la cárcel al ser confundido con un espía extranjero. Terminada la contienda, su inclinación genética a los negocios le empujaría a emprender la aventura de la exportación de aceite que había dejado a medias su padre, tras su muerte prematura, y que alternaría con el más próspero de los negocios de la época: el contrabando.

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Al frente de Juan, una cuadrilla de muleros con su recua de asnos, cargados de bidones de doble fondo, traspasaba mensualmente la frontera. La policía marroquí examinaba a fondo el cargamento haciendo vaciar el grifo de bidones escogidos aleatoriamente y siempre comprobaron un aceite de excelente calidad. Lo que nunca repararon es que, a la vuelta, los mismos bidones, vacíos, eran transportados por jumentos de pura raza. Así fue como Fulgencio se hizo propietario de una excelente yeguada de raza árabe y de cuatro sementales donde sobresalía "Capitana", aquél ejemplar que Fulgencio usaría en los paseos por sus fincas durante los meses de Mayo, tras la faena de poda, quema del ramón y cura, para disfrutar de la esplendorosa floración de los frutales, reservándola de las tareas de competición a que entrenaba y sometía a sus hermanas y que tantos dineros y trofeos le reportaron.

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Intelectual, hábil comerciante y agnóstico, nunca gozó de favor en la comunidad eclesiástica. Simplemente, él no podía aferrarse a la idea de obtener el favor divino por nada, por la fe, solamente. La creencia de que el hombre había nacido para ser redimido por dios, estaba demasiado arraigada en él y demasiado tiempo y perspicacia había sacrificado como para ser capaz de comprender que la salvación, el favor divino, fuese un don gratis. Su dios único y verdadero era el metal acuñado en la Real Fábrica de moneda y timbre, que solo tenía para él el valor de instrumento de acceso y disfrute en la mesa de aterciopelado tapete verde sobre la que cada madrugada se inclinaba para jugar al monte. Con semblante serio y circunspecto, nunca nadie pudo averiguar cuánto ganaba o perdía, pues el riesgo en sus posturas era semejante al que siempre empleó en todos los actos de su vida.

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Eran nombrados los trajes que llevaba, la elegancia con que los lucía y los coches de lujo, descapotables, que exhibía mientras era perseguido por un enjambre de críos hasta que el vehículo desaparecía por la alameda, camino del Puente de los Tres Ojos. Sentía placer por la velocidad y no en pocas ocasiones retaba a otros iguales de la capital a carreras nocturnas donde la adrenalina y el dinero se derrochaban a la par.

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Maquillador de veladas pugilísticas, encumbró y abandonó rostros según sus particulares intereses, no sintiendo por aquellos seres humanos más admiración que el olor de la sangre sin saber distinguirla de la de sus gallos de pelea.

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Los viernes a la noche estaban dedicados al Port of Spain. Miembro fundador de un reducido grupo de jazz, acariciaba el saxofón del que extraía notas y sonidos increíbles. Se diría que era su única faceta humana cuando, ensalivando aquella boquilla de ámbar negro, se dejaba acompañar por Teodoro al piano y el chelo de Cristóbal. Siempre sería recordado por aquella forma tan peculiar y sentida de poner alma a la madrugada.

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Pero su vida estaba marcada por la tragedia. Un triunfador en los negocios, un hombre de prestigio social reconocido hasta en Madrid, con dinero y una vitalidad arrebatadora, vio truncada su felicidad por una traicionera enfermedad. Al final de aquel invierno, cuando se encontraba dirigiendo la faena de molturación de la última cosecha, empezó a perder la voz. Sufría una afonía que, en principio, achacó al cambio de estación.

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Fulgencio siempre fue un fumador empedernido. Los puritos formaban parte de su personalidad y le daban carácter a su figura. Por eso nunca dejó de fumar. Ante la insistencia de sus íntimos y viendo que la ronquera no cejaba, decidió visitar al médico. Pidió cita con el otorrino Gonzalo Moles quien, cuando le vio la garganta, quedó impresionado ante el tamaño del tumor que se había apoderado de sus cuerdas vocales. El doctor no quiso alarmarlo y le invitó a que visitara a un prestigioso catedrático de Barcelona. A la salida de la consulta, Fulgencio se tuvo que sentar en las escaleras para coger fuerzas.

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Aquel ocho de Agosto se recordará como la última gran fiesta en que lo más granado de la sociedad presenció la actuación que Fulgencio ofreciera en su lujosa mansión. Mostró su exquisita formación musical acariciando las teclas del gran piano de cola del salón. Después, se hizo acompañar por un chelo y, anudando al cuello su saxofón, desgranó el más bello jazz que jamás he oído. No duró hasta el amanecer, sino hasta que la capacidad pulmonar encontró su límite fatal, como buscado de a propósito para expirar cantando. Todos dijeron que lo mató el cáncer. Yo, aún sigo creyendo que la urgencia de las prisas le acabó parando el corazón.

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RIP

18 comentarios:

Rubén Oliver dijo...

Dice un amigo mío:"¿Prisa,para que?,si el tiempo lo regalan...".
Y digo yo:¿Pero es que hay algo que haya menester prisa?,no,cada cosa requerirá su debido tiempo;la prisa existe para los que no saben vivir los momentos a su propio ritmo imponiéndoles el suyo,que generalmente,no suele ser núnca el adecuado.
Un abrazo.

Baruk dijo...

Pues yo creo que lo mato el aburrimiento...yo, yo y después yo.

Mucho y rápido lo obsequio la vida, pero... conoció el placer que produce compartirla??


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Alkaest dijo...

¿Qué es mejor: ser o tener? Grave pregunta, a la que no puede responderse más que de una manera: ¡Lo mejor es ser y tener!

Por desgracia, la realidad vital es que el común de los mortales o "es" y no "tiene", o "tiene" y no "es"...

Salud y fraternidad.

ADOLFO BIOY dijo...

Llega un momento en la vida en que, haga uno lo que haga, solamente aburre. Queda entonces una manera de recuperar el prestigio: morir.

Missis B. dijo...

Bonito relato,donde puedo leer entre lineas cosas del pasado.Hoy ha echo dos años.besitos

SYR Malvís dijo...

Quería, necesitaba, hacer un relatillo instrospectivo sobre la caracterología de una especie humana que siempre me ha llamado la atención. La de aquellos que piensan que como el dinero lo hace todo, acaban haciéndo todo por dinero; los que acaban viviendo su vida a espaldas de la Vida. Era como un reto en el tratamiento y hasta en el estilo.
Y, sin embargo, no dejaba de pensar que también en esa tipología debe existir un rasgo de humanidad. Y pensando en una amiga del alma que lleva su gran corazon colgado en la mochila, deposité el único rasgo de sensibilidad del personaje en su saxofón, pero leyendo vuestros comentarios, creo que me estoy enriqueciendo y que el relato se va llenando de contenidos.

Pilar Moreno Wallace dijo...

Pienso que todo cuesta su precio en esta vida. Tu relato me ha hecho buscar lo que hay detrás de cada palabra, de cada comportamiento; todo enriquece.
Abrazo

Pilara dijo...

Leonardo da Vinci anotó entre sus papeles: "El cisne es blanco, sin ninguna mancha, y canta dulcemente antes de morir; ese canto pone fin a su vida.".
Lo que es crear un mito, está grabada en nuestra mente la romántica idea del bello canto del cisne emitido como premonición de su muerte próxima... ¿Quiza por un deseo de inmortalidad?... Y sin embargo ahora se sabe que el cisne no canta nunca, si acaso emite raramente un sonido ronco y sordo.

Vive deprisa , muere joven y deja un bonito cadáver...decía alguien que por lo visto lo tomó al pie de la letra.

Un fuerte besico.
No tengáis prisas, no son chispa de buenas, algunas cosas...cuanto más tarde mejor.

juancar347 dijo...

En realidad, nunca he llegado a comprender aquello de vivir el día a día como si fuera el último. Coincido con la opinión de Riviere de que la vida hay que beberla a sorbos, que es como mejor sabe y desde luego, desdeño vivir por y para el dinero. A este respecto, sólo me queda recordar aquellas letrillas de una canción de Serrat: 'vivir, para vivir, sólo vale la pena vivir, para vivir'...Abrazos a todos y un estupendo relato, Malvís

Pilara dijo...

¿¡Qué sería de nosotros si no nos corroyese, siempre, esa eterna duda existencial!?

Un besico Esca.

Esca dijo...

Si es que Pilara la vida es como un camino ,cada cual puede recorrerle como le venga en gana o le dejen,eso si,recorrerle en mas o menos tiempo vale, pero el destino para todos es el mismo
Un beso tambien para ti Pilara y que en nuestro caminar nos encontremos pronto y recorramos junto a mas amigos un trayecto de el ,Esca

Anónimo dijo...

El placer de compartir la vida. Sí, da mucho bienestar, Baruk.

¿Qué es la vida con V, Malvís? ¿Con V de valorarla? ¿Con V de vivirla? ¿Con V de Malvís? (Siento un poquito el juego pero es que... estaban tan cerca en la pregunta...)

Un chelo y un saxo.

SYR Malvís dijo...

A veces, compartir la Vida no es entendido en su justo valor de humana generosidad, sino como desvalor convencional. Y sin embargo, es el mayor de los bienestares.

Y si es cierto que estaba cerca en tu pregunta, también tienes cerca mi respuesta. En el perfil, al lado derecho. Personalmente creo que lo más difícil, lo más importante y lo más grave de todo, es simplemente eso: VIVIR. Ese es mi mundo.

Un saxo y un chelo

Anónimo dijo...

En tu fraga todos los animalitos se entienden. ¿Ninguno se come a otro? ¿Ninguno molesta a otro? Es difícil aceptarlo. ¿Será que el amor que sientes por ella te impide ver su realidad?

Hombre, por lo que comentáis y por las fotos, sí que se parece bastante a la imagen del cielo (?¡), pero...

De cualquier modo y volviendo al relato, Fulgencio hizo lo que pudo. Sin padre, sin madre... Dejado en manos de varios tutores, tíos e institutrices... Pobre niño, pobre hombre. Y sin embargo, al fin, en el mismo relato, se menciona "su felicidad".

Ya hablamos del amor y, ahora, parece que hablemos de la felicidad y cómo se alcanza.
Por la generosidad, por el compartir, por el amor, a la felicidad. Por la posesión de bienes a la felicidad. O disfrutar de lo más sencillo: respirar, moverse, sentir, alimentarse...

No se me va de la cabeza aquel grafiti: "Sobrevivir no es vivir".

De cualquier modo, gracias por tu respuesta, Malvís, y gracias por compartir este interesante y nuevamente dramático relato.

Que sea una noche sencilla, donde todas y todos disfrutemos del latido de la vida.

Baruk dijo...

Bon dia Almudena

...alguien dijo una vez que la "vida" al fin y al cabo es lo que cada uno cree que es.

Si en la Fraga los animalitos ni se comen ni se molestan es porque así creemos nosotros que nuestra Fraga es.

Supongo que va en nuestros genes culturales complicarlo de todo de forma innecesaria, es por ello esencial que consigamos transformarlos para Vivir en lugar de sobrevivir. Quizá en realidad Fulgencio no hizo todo lo que pudo, tras su alegórica figura se oculta el paradigma de lo que muchos de estos genes culturales entienden por "triunfador", pero en definitiva él ya estaba muerto antes de su apoteósico final saxofónico, porque –y anímicamente hablando- dices bien: sobrevivir no es vivir. Su cuerpo quizá vivía a tope, pero su alma sobrevivía de forma "vegetativa".

Nos sentimos Vivos cuando somos felices y curiosamente cuando somos felices tenemos la necesidad de compartir esa felicidad con los demás; por tanto, lo único que da la felicidad es Amar

... así pues sigamos el consejo de aquel gran sabio :"Ama sin límites y serás feliz sin límites"

Imaginaros. Eso si que es todo un triunfo!

Besazo

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Anónimo dijo...

¡Ya lo creo que es todo un triunfo!

Un abrazo, Baruk.

SYR Malvís dijo...

Siempre he creído, Almudena, que lo real y verdaderamente trágico es la ausencia de la posibilidad de elección. Y en este relato, al personaje, no sólo se le ha dado la elección de cómo vivir "su" vida, sino, incluso, de cómo decidir la forma de morir: con su saxo al cuello y expuesto al exterior, quizá su "unica faceta humana".

Un abrazo

JOHN LENNON dijo...

La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes.


Publicación 2006
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