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domingo, 21 de septiembre de 2008

Sin raices

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… ”Yo no tengo un sitio al que quiera volver en la vejez … He vivido en distintos lugares por traslados familiares; desde bien pequeña estudié en un internado y sólo volvía al pueblo donde estaba la familia paterna y materna en vacaciones y fechas muy señaladas … Eso te hace tener una visión más amplia del mundo y te enseña a adaptarte y a sentirte cómoda en casi cualquier lugar “…

… “Eres una mujer sin raíces”…

Ese comentario movió algo en mi interior, no fue la propuesta del cemento a los pies como alternativa lo que me hizo tomar la decisión, sólo sirvió de excusa . Se aproximaba mi cumpleaños y me pareció un buen regalo … Volver al pueblo como cuando lo visitaba de niña, sin preocupaciones, sin obligaciones, sólo para disfrutar de todo … de las gentes que te encuentras, de los sentimientos que afloran, de los recuerdos que se agolpan … Sin prisas, sin mirar al reloj.
El día acompañó, la luz cambiante fue matizando el paisaje de las formas más diversas a lo largo de todo el recorrido, creando imágenes fuertemente coloreadas y luminosas que permanecieron en mi retina incluso cuando cerré los ojos por la noche al acostarme. Parecía todo programado, las visitas, los encuentros, hasta la lluvia … y porque no decirlo, la buena compañía también fue muy importante para que el día resultase redondo. Creo que muy reconfortante para todos.

A mi por lo menos me hizo pensar en mi nacimiento, en que vi la primera luz un veinticuatro de mayo de mil novecientos sesenta y tres, en la Comarca del Andarax, en un pueblo que descansa como un avión en su hangar, con el morro orientado al valle, al borde de un cortado que le proporciona unas vistas excepcionales ; habitado por gentes sencillas, orgullosas de pertenecer a esta tierra de la que yo también me siento parte y donde literalmente se hunden mis raíces, justo en el Llano, en la casa de mis abuelos maternos.

Sí, mis raíces físicas están en la casa de mi abuela, Elisa Sánchez del Rey, donde el día en que mi abuelo, Francisco Barea Sánchez, cumplía sesenta años; mi madre me dio a luz. Y fue en esa misma casa donde siguiendo costumbres ancestrales, trasmitidas de padres a hijos, cargadas, supongo, de no poca superstición, mi abuelo plantó en el claro, en lugar fresco, apartado del sol, la placenta … las raíces que me unieron a la vida en el vientre de mi madre, que me alimentaron siendo una semilla y me hicieron llegar a ser una persona capaz de buscar apegos a distintos lugares y afectos en gentes diversas.
Siempre han estado ahí , bien agarradas a la humedad de la tierra, haciéndome volver de forma periódica; primero por voluntad u obligación familiar, posteriormente a modo propio, creando primero y fortaleciendo después afectos , apegos y vínculos que permanecerán incluso cuando no tenga fuerzas para volver a recorrer sus vegas.

Pienso con cierta pena y con algo de humor negro, que generaciones posteriores , en concreto mis hijas, tienen afectos, apegos y vínculos muy poderosos, pero sus raíces materialmente andarán en el extracto de placenta que algún afamado laboratorio cosmético habrá lanzado al mercado con gran despliegue publicitario


… Será LEY DE VIDA …

Almería, 19 de Mayo de 2008

2 comentarios:

Baruk dijo...

La típica frase de "echar raíces" nunca me ha gustado, quizá porqué me sugiere la anulación de libertad y la dependencia para subsistir.

Aunque supongo, que sus cosas buenas tendrá, no?

Anónimo dijo...

Raíces que no te estrangulen, que no te ahoguen, que te centren y te nutran de información de quién eres y de dónde vienes y te den estabilidad para moverte en esta vida sabiéndote con una base fuerte donde pisar para poder impulsarte en múltiples direcciones...¡No me he sentido nunca más libre e independiente!


Publicación 2006
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