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domingo, 19 de diciembre de 2010

Punto de encuentro

Cuento de alguna Navidad.

En mi memoria, aún permanecía la imagen de aquel punto gordo pintado de rojo que, rodeado de de flechas apuntándolo, marcaba el lugar convenido para la reunión con el cliente desconocido en el aeropuerto; o en la estación, con el invitado VIP, futura presa del entramado económico empresarial al que debía atender y agasajar haciendo de ocasional "cicerone" antes de hacerlo presentar, rendido en su estómago y su ánimo, ante la mesa de negociación. Los otros puntos de encuentro eran más livianos. Convencionales, pero establecidos bajo la inconscientemente pactada asunción del lugar común de intercambios, siempre presididos por una barra que servía de excusa a las cañas y vinos que conciliaban al mismo grupo de amigos bajo la excusa de poner fin a la jornada laboral.

Quizá por eso, mi concepción fallaba. Este año, por primera vez, él había elegido. Nos entretuvimos en pasear los dedos y las miradas por el mapa de España y en imaginar historias para cada punto señalado. El papel era tan grande como una toalla de baño y sobre los colores planos del mar y la tierra, estaban impresos dibujos esquemáticos y brillantes. Me hizo prometer que no dejaríamos de visitar todos, aunque ello nos llevara toda la vida.

Recuerdo donde estábamos hace siete años. En una existencia de colegios y rutinas extraescolares que ahora se me revelaba deliciosa. Madrugar y pelear con el desayuno y aparcar apresuradamente para dejarlo en el colegio. Luego, esperarlo a media tarde a la salida con la puesta de sol próxima en invierno y preguntarle por el colegio, por sus experiencias diarias con los amigos y su paso por el menú escolar. Preocupado por su adaptación a tanta cosa nueva y si comería o no lo debido. Toda una inquietud que hoy me parecía inútil, desde que su confianza por mí fuera dinamitada por su madre y acabásemos, aquel aciago día, dibujando el contorno de nuestros futuros territorios y estableciendo el ritmo de nuestros futuros encuentros.

Los años pasaron a ser cincuenta y dos semanas de deseo administrado, de necesidad física contenida hasta el viernes o puente por llegar, y los períodos de vacaciones escolares, lo que separaba los años pares de los impares.

Y en aquel despacho frío de la sexta planta del edificio judicial, rodeado de psicólogos, la funcionaria que le dedica una fugaz carantoña, un pellizquito, el guiño o la sonrisa que busca mi agrado. No importa, porque es la hora en que comienzo a medir el tiempo que nos queda. Modero ni urgencia por abrazarlo, pues si no lo hiciera y me dejara llevar de mi impulso, trataría de absorberlo, de acercar tanto su corazón al mío que lo haría uno y ello, aparte de incomodarlo, quebraría el hilo que me une a la cordura y haría imposible la existencia más allá de este tiempo en su compañía.
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Hoy es ya el quinto de diez días. La quinta mañana seguida de volver a ver su despertar, de observar sus movimientos, de preparar su desayuno....

A medida que me aproximo a la casa de su madre, crece en mí la tentación de pasar de largo y de alargar indefinidamente mi encuentro. Pero se impone la cordura, o el miedo, o la prudencia, mientras él comienza a desperezarse a dos manzanas del portal sin que yo me haya decidido.
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De aquí a la próxima Semana Santa, su recuerdo vendrá a mí con cada mañana de rocío.

18 comentarios:

Baruk dijo...

Dejando de lado que la ley de la Naturaleza es bastante imperfecta, el problema esta en que damos más importancia a la ley de los hombres que a la Ley de Dios ...y así nos va.

De todas formas, espero que sea una Feliz Navidad para todos!

Abrazines
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pallaferro dijo...

!Qué alegre es llegar al punto de encuentro para recoger a un ser querido!, y... !qué duro es cuando se vuelve de nuevo al punto para despedirlo!

De nuevo esperar, cada mañana de rocío, hasta el próximo turno de custodia.

¿No habrá otras fórmulas... ante situaciones así?

Un abrazo,

Anónimo dijo...

Visto y vivido desde el niño que es recogido y despedido es mucho más doloroso aún. Mi hijo acaba de hacérmelo saber, casi sin rabia y con un profundo y callado llanto, después de doce años de silencio.

Ha de haber otra manera. Pero no la conozco.

Lo siento por el autor, su hijo y la madre de su hijo.

Y aún así, cabe la alegría también en nuestras vidas.

Anónimo dijo...

¿O quizá sólo era un relato? Me alegraría.

Alkaest dijo...

¿La Ley de Dios? ¿Cual dios y cual ley?
¿El mítico dios judeo-cristiano? ¿Ese cuya ley dice "darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal"? ¿Ese cuya ley, prescribe otras "lindezas" por el estilo?

No mentemos la soga en casa del ahorcado, y tengamos las fiestas en paz.

Salud y fraternidad.

Baruk dijo...

A ese "dios" lo has invocado tu, no yo.

Nadie mejor que tu para saber a que dios me refiero, a ese cuya característica principal es la de ser un "disolvente universal", pues penetra en todo lugar y a quién tiene ojos lo hace ver, a quién tiene oidos le hace oir y a quién tiene corazón lo hace AMAR.

Y ahi radica la solución de todo, tan fácil y tan complicada es la Ley de Dios.



Besines

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Baruk dijo...

Hola Almudena,

Creo que siempre hay otra manera, pero es tarea de titanes encontarla.

El relato es alégorico y real, es relato y es historia.


Besines

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Furacroyos dijo...

No hace mucho tuve que reprender a mi hijo... ¡que duro! Fue la primera vez, y me sentí profundamente desolado y culpable. Pero está a mi lado cada día, y puedo sentir como, con el paso de las horas, se diluye su rencor, y asume que su Papá sólo quiere lo mejor para él. Va fraguándose una relación sólida, con unos cimientos de amor y respeto cariñoso, que parte de la complicidad de Mamá y Papá. No he podido evitar pensar que pasaría si al día siguiente de regañarle no lo hubiera podido arropar... No tenerle cerca sería terrible, pero ¿cómo alejaría de mí la sensación de vacio y culpabilidad?

Alkaest dijo...

Ya me guardaría yo de "invocar" a "ese" dios, simplemente lo he citado. Más que nada, para enrabiarte...

Por desgracia, ni ese dios, ni ningún otro, puede hacer gran cosa cuando nuestro "Dios interior", que a veces parece cíclope de un solo ojo, se ciega y se niega a considerar las cosas bajo otro punto de vista que no sea el del egoismo. El tema de la entrada es doloroso, y tiene tantas facetas que nos darían las uvas si entrásemos en todas.
El principal problema de este problema, es que estamos ante algo que es "cosa de tres", y uno de ellos, el hijo, está en mitad de la línea de tiro. Si solo fuese cosa de dos, allá ellos, que son adultos y con su pan se lo coman.
Pero cuando hay tres implicados, y uno de ellos es niño, solucionar el asunto, la mayoría de las veces, es como pretender resolver la cuadratura del círculo.
Si alguno de nosotros tuviese la solución, ya la habríamos patentado, y todos pagarían gustosos por aplicarla...

Salud y fraternidad.

Anónimo dijo...

Yo, sí, Alkaest. Sin lugar a dudas.


Gracias por tu respuesta, Baruk. Un musu.

Y ¿quién elige las palabras para confirmar? La que debo poner ahora dice "infers". Tiene su aquél.

Que sean unas felices fiestas para quienes hacéis este mundo y para quienes os visitan.

cdeburgos dijo...

Menos mal que a pesar de esos desencuentros legales imperfectos, el vinculo familiar es más fuerte y prevalece contra todo, y como en un naufragio algo consigue salvarse, Saludos, Carlota

SYR Malvís dijo...

Alegoría y realidad, Baruk.

Pretendía dar un aldabonazo a las conciencias. La práctica forense diaria te muestra la cruda realidad de que en la "fiesta de los niños" por antonomasia, existe otra forma de vivir la Navidad. Cada vez más frecuente. Es el aspecto gráfico donde la ley natural más se aleja del derecho positivo y, quizá, donde la solución no esté fuera de nosotros mismos. El egoísmo, el resentimiento y el desamor, se emplean como armas arrojadizas y entregamos nuestra parcela a "otro" para que disponga y ponga fecha a nuestros sentimientos. Pero "algo", como dice Sirena, consigue salvarlo.

Podría haber redactado el mismo relato teniendo como protagonista a un perro. ¿ Sabíais que existen sentencias atribuyendo custodia compartida de la mascota común?.

Vivir para.... escribir.

Anónimo dijo...

Pero, Carlota, ha de ser algo distinto a lo que se salva de un naufragio. Esa imagen me produce una desolación enorme. No sé, quizá no pueda ser de otra manera, pero pensar en que mi hijo viva lo que se salva de un naufragio me llena de angustia.

Es una situación diferente a la que viven la mayoría de sus compañeros y amigos, pero no son restos de un naufragio, es una relación diferente donde mi amor por él y el de su padre crecen, si cabe, más cada día. No son restos. Son otra realidad nueva, que busca contenerle, cuidarle, educarle, hacer risas con él, escucharle, comprenderle, ponerse en su lugar, ayudarle a crecer, estar con él, estar con él con respeto, con todo el respeto y toda la empatía, la aceptación, el entusiamo, la admiración... que nuestra tranquilidad o intranquilidad, nuestra vitalidad o ausencia de ella nos dejan.

No puede haber naufragio donde no ha habido embarcación.

Cada relación es un mundo distinto quizá.

Un saludo afectuoso, Carlota.

Anónimo dijo...

"No puede haber naufragio donde no ha habido embarcación". Y lo que sí puede haber es una gran complicidad y respeto entre nosotros, sus padres, por él, para lograr su bienestar, su felicidad, "desesperadamente".

Alkaest dijo...

Me parece muy bien lo del "aldabonazo a las conciencias", pero para recibirlo hay que tener conciencia, un bien, escaso y perecedero, del que no todos gozan...

Por otra parte, cada cual cuenta la feria según le va. Y si bien es cierto, que a una mínima parte de los "afectados" la feria puede irles de miedo, a la inmensa mayoría la feria les va de pesadilla.

Es la humana condición, por tanto no hay soluciones comunes. En esto, como en tantas otras cosas de la vida,¡sálvese el que pueda!

Salud y fraternidad.

patadeoca dijo...

...Quizás la separación sólo sea una "ilusión". Quizás el "disolvente universal" nos mantiene a todos bien conectados en esta sopa de vida.

E incluso puede que la distancia, la separación o la soledad nos enseñen sobre el gozo del reencuentro y la calidad de los momentos que compartimos.

Es solamente una reflexión que probablemente está lejos de la problemática de las relaciones y sus juegos de manipulación dónde los niños, mascotas o propiedades materiales se convierten en armas de las luchas de poder.

(puf! después de este rollo solo espero que se publique)

***

Mucho Amor

Fendetestas dijo...

Los hijos son la mayor ilusión de un padre (al menos en mi caso) pero hay que aceptar que son unas personas diferentes a nosotros y que el trabajo de los padres consiste en hacerse prescindibles lo antes posible. La Lucha por la vida,en la naturaleza, es dura y lleva sacrificios. En la vida humana (otro tipo de selva, aún más temible y peligrosa) los padres deben enseñar a los hijos a cazar y comer sin ser comidos. Una tarea dificil. Es muy duro, pero necesario, separarse de los hijos, pero es terrible si es demasiado pronto o a la fuerza.
El relato tiene un punto de esperanza, la vida se impone y los "problemas" de los mayores se pierden con el transcurso del tiempo y la necesaria independencia. (¿Continuará?)

Saludos

SYR Malvís dijo...

Brillantes reflexiones, querido Fende.

Lo que ocurre es que ya ni siquiera nosotros les enseñamos a cazar ni a comer, sino que ellos/as, y el señor ese Eramus, son las que nos enseñan a comer cosas como "marcimek", "Dürüm" y a beber "raki". Pero siempre nos quedará el pescaíto de los Robles y un chupito de anís del mono. ¡ no hay que ceder en todo¡.

Y desgraciadamente, Fende, continuará...Todos los días¡

Un abrazo


Publicación 2006
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