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domingo, 1 de julio de 2012

El Sollozar


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Existe en Zécanbla una hermosa finca conocida como El Allozar.

A cualquiera que haya visitado Recena, Riez o Gil de Olid, le resultará familiar la palabra “alloza”.
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En esos pueblos, como en el vecino Zécanbla, la palabra alloza designa el fruto verde de la almendra. Es el estado de transición entre la caída de la flor de nata del almendro y cuando el fruto verde de la almendra aún no se ha hecho leñoso. En tal estado, se puede devorar entero y pocos son los que se resisten a la tentación de probarla.

El almendro es un árbol casi sagrado. Cuando al inicio de la primavera empieza a brotar, los jóvenes arrancan sus primeros tallos y lo comen con el nombre de “ pan de pastor”. Después, cuando florece, sus virginales flores adornan los ramos de las novias del pueblo. Cuando seca la flor y da paso al proyecto de almendra, la alloza, constituye un manjar con su punto de sabor un poco ácido y cuando madura, engrosa las cámaras de las casas esperando las frías tardes de invierno para acompañar una merienda de higos pasos y nueces. Son las “bodicas” que las abuelas preparan a sus nietos abriendo por el centro el higo secado en el pasero de caña y relleno de nueces y almendras recién partidas.

Pues bien, pese a lo que pudiera creerse, en El Allozar nunca existió ni un solo árbol de almendro.

Veréis:

Habla la leyenda que el castillo de Zécanbla era centro de expansiones moras. En sus salones se celebraban banquetes y orgías de los Alcaides moros de las fortalezas de Jarafe, Riez, Recena y Gil de Olid. Guarnecían la fortaleza de este castillo, hombres de raza negra procedentes de las más feroces tribus africanas y su Alcaide era nombrado, por el Rey de Granada, entre los capitanes más valientes del ejército agareno.

En el año 1.431, el Mariscal Pedro García de Herrera puso cerco a la fortaleza de Recena y tras largo asedio logró conquistarla. Meses más tarde, Mohamed Alin “El Pequeño” acudió en auxilio de sus vecinos y aliados y con un poderoso ejército sarraceno integrado por todas las tribus vecinas que partió de su castillo de Zécanbla, reconquistó nuevamente Recena, llevándose cautivos a Granada a todos sus habitantes.

En premio a su gesta, el rey de Granada le dijo:

- Pídeme lo que quieras y lo haré tuyo.

Cuentan que Alin rechazó el califato de Jarafe y el Señorío de Olid y que únicamente pidió al Rey de Granada un solo y sencillo presente:

- Señor, dadme a la bella Graciela, porque sus ojos negros de profundidad eterna, son mares para arrojarme.

Concedida la gracia y el deseo, Alin y Graciela huyeron de todo y en un hermoso valle cercano a Zécanbal construyeron su casa de amor para siempre. Mandó construir un largo camino flanqueado de almendros que desembocaba en la explanada central donde se levantaba la mansión. Dicen que en primavera, cuando Graciela se levantaba, al mirar por la ventana de su habitación, la primera visión que tenía era la de los almendros floridos que le recordaba la blancura de las cumbres nevadas del reino nazarí.

Alin dispuso la construcción de jardines con setos y arrayanes, innumerables fuentes por doquier y cuatro grandes estanques: uno frente a la casa, otro a la espalda entre el laberinto ajardinado de arrayanes, el tercero en la parte más húmeda y frondosa del bosquecillo, y el cuarto en la parte más elevada de la finca, al pié de un viejo laurel.

Transcurrieron dulces y felices años para el guerrero y la bella cristiana. La heredad, pronto se cubrió con gritos alegres y hasta irreverentes de cinco infantes que alegraban los días y hacían más dulces las amorosas noches de los enamorados padres. En verano, se les oía chapotear en los estanques, perseguir lagartijas y robar la miel de los panales. En primavera preparaban meriendas junto al estanque del laurel donde nadaban peces de todos los colores, o jugaban a tocar el cielo columpiándose de la cuerda prendida del frondoso nogal.

Pero ajenos a su felicidad, las escaramuzas entre moros y cristianos continuaban en porfía de la definitiva reconquista. Por eso, cuando Fernando III El Santo puso cerco a las fortalezas de Jarafe y Gil de Olid, Alin acudió en ayuda de sus hermanos de sangre y raza, y con su partida no sólo sintió el desgarro de alejarse de Graciela sino de tener que combatir a los hermanos de raza de su amada esposa.

El Rey Santo de los cristianos conquistó los castillos de Jarafe. Poco después caerían los de Gil de Olid, Recena y Zécanbal. Inútiles fueron los esfuerzos de Alin por recuperar las tierras perdidas y aunque logró aglutinar un poderoso ejército sarraceno que sitió y atacó la ciudad de Baeza, Ruy Fernández de los Escuderos, el más rico y poderoso, señor de muchas tierras, se puso a la cabeza de los sitiados y consiguió derrotar y hacer huir al ejército moro, haciendo prisionero al jefe de las huestes nazaríes, Alin.

Vanos fueron los ruegos de Graciela para obtener clemencia de Ruy Fernández quien, tras exhibirlo encadenado por todas las tierras de Jarafe y Gil de Olid, mandó construir una imponente cruz con las maderas extraídas de los troncos de los más altos chopos de la finca de Graciela y, fijándola en la almena más alta del Castillo de Zécanbal, ordenó crucificar en la misma al Alcaide Mohamed Alin “El Pequeño”, para que pudiera ser visto desde todos los puntos del valle, haciendo esclavos a todos sus hijos.

Por las noches, Graciela, recorría los jardines llorando. De sus ojos no cesaban de brotar lágrimas. Poco después, murió de pena. Dicen que, tras su muerte, del suelo comenzaron a brotar unos endebles esquejes que, pronto y casi por arte de magia, se convirtieron en robustos sauces que, al crecer desparramaban sus innumerables tallos desde el cielo hasta tocar el suelo como en impenitente sollozo.

Aún hoy, en lo más alto del castillo de Zécambal puede verse una cruz construida con troncos de chopera y, en su valle, se oye el eco de un lamento de mujer y hasta el viento, cuando mueve las hojas de los sauces, reaviva los sollozos de la cristiana Graciela por su amado Alin.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo comentar que el hecho protagonizado por Ruy Fernandez de los Escuderos ocurrió en 1368, luego no fue contemporaneo del rey al que alude, puede comprobarlo en "Nobiliario de Andalucia" de Gonzalo Argote de Molina.

SYR Malvís dijo...

Hola, amigo. Gracias por visitar nuestra fraga y por tus precisiones que nos ayudan a ser más consecuentes y respetuosos con nuestra Historia.
En mi descargo, por la ignorancia del dato, sólo puedo decirte que no trataba de relatar un hecho cronológicamente verídico, sino de tomar una excusa para recuperar un retazo de mi infancia perdida. Por eso, no se si existió Alín ni Graciela, pero quería hacer un relato de amor y tolerancia a/intemporal y se me ocurrió escoger un marco donde cada tarde jugaba con mis amigos, Julio, Mª Gracia, Juan Luis, Carlillos, Fernando, Nicolás, Gabriel.... Tampoco en el Allozar hay sauces, pero sí las piscinas y fuentes con peces de colores, y el nogal donde nos mecíamos y el laurel donde nos encondíamos, y los setos de arrayanes...
Es más, ni siquiera sé cómo murió ( si es que existió) Alín. Pero la cruz que presidió el castillo de ese pueblo, fué puesta por unos Padres blancos que estuvieron unos meses. Y aquello, me impresionó.
Quiero reiterarte nuestro agradecimiento por habernos visitado, leído y corregido. Ojalá te encuentres cómodo entre nosotros y algún día podamos compartir algún pensamiento escrito tuyo que, seguro, tienes.

Un saludo

Anónimo dijo...

No se estila ya y casi nos produce sonrojo la delicadeza en el sentir, parece que sólo se lleva lo pragmático, lo rápido, lo tangible, lo funcional y práctico y los sentimientos son algo que requiere ser sutil, una delicadeza y una entrega en la que no estamos dispuestos a emplearnos a fondo, lo vemos como una pérdida de nuestro preciado tiempo...En estos tiempos que corren el romanticismo y la ternura parecen trasnochados, pero creo que en el fondo a todos nos gustaría sabernos amados de una forma tan dulce y vehemente.

Un cariñoso abrazo.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Pilara.

Es una historia muy bonita.

chis dijo...

Relatos y leyendas de moros y cristianos, a veces con amor otras más con violencia. Esta última desgraciadamente no desterrada para siempre.
Me ha recordado alguna leyenda de la conquista de Alquézar y el sabor de las allozas, que comía en mi infancia con placer y que llamábamos "almendricos".
Buena ocasión, en cualquier caso,para después de haber disfrutado su lectura, enviarte un fuerte abrazo,

Rubén Oliver dijo...

Por el comentario de Chis he tenido aviso de ésta entrada que por antigua o por lo que sea no había leído...
Tiene un don el Malvís para amargarte hasta la historia más romántica y hacer que acabe mal. Que sepas que te odio por éllo, pero dentro de este "odio" recibe un abrazo.

escayoleando dijo...

Un saludo Malvis,muy guapo el relato ,yo tampoco lo había leído pero me parece una historia que es tan eterna como la humanidad y que viaja por el tiempo y por todos los lugares,casi de la península,pero al hilo de la cuestión esta de los almendros,¿por qué unos amargos y otros dulces?parecen los almendros como el amor,es dulce y a veces es tan amargo como este fruto,los amargos se quedan bajo el árbol y con tiempo olvidados,los dulces forman parte de los mas exquisitos postres,vamos que como la vida misma,
Un saludo Esca

Alkaest dijo...

La magia del almendro, es algo grande.
Y la magia de las leyendas, más todavía.
Me llama la atención, el "leiv motiv" de los almendros, como imagen nostálgica de las nieves lejanas, que el enamorado -poderoso enamorado- siembra para contentar a su amada.
Se atribuye también al califa Abd al-Rahman III, quien los plantó en las laderas de la sierra bajo la que construyó la cordobesa ciudad de Madinat al-Zahra, para que su favorita al-Zahra mitigase sus nostalgias por las nieves del Atlas.
Y cosas parecidas escuché decir sobre Almería y Granada.
Es que, cuando un tópico literario tiene éxito, su continuidad está asegurada...
Al margen de eso, el relato es una bella evocación del lejano universo de la infancia.

Salud y fraternidad.

KALMA dijo...

¡¡Qué historia tan bonita!! El amor puro, el que surge entre hombre y mujer sin mirar creencias, Alin y Graciela tuvieron la dicha de conocerlo y fueron tan felices que ya no podrían vivir sin él, pero hasta la tierra floreció a su paso.
Besos.

SYR Malvís dijo...

Con las historias de Malvís me pasa como a Rivi, que a medida que vas leyendo te enterneces con la idílica historia de amor y, de golpe, te acaba sacudiendo con su aplastante final.

La del Sollozar no podía ser menos, y ha dejado al público en sollozos.



Saludetes

Syr dijo...

Pues si éste relatillo antiguo ha dejado al Rivi tan afectado, ni os cuento el próximo que el otro día me dejó leer el Malvís y que, si alguien no lo remedia, pretende publicar.

Mara dijo...

Gracias.


Publicación 2006
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