Sentía
la sensación de ser un objeto más de los aparcados en el desván de los trastos
viejos.
El
día en que su hijo le participó la buena nueva de que, valiéndose de sus
amistades, había conseguido para él una plaza concertada en una
Residencia de Personas Mayores, Aurelio tradujo toda aquella perorata envuelta como un puro desahucio. Una ejecución anticipada de su última
voluntad testamentaria.
Le
explicaron los beneficios de encontrarse en un ambiente de su edad donde se
favorecería un enriquecimiento de experiencias comunes y una atención y
cuidados merecidos. Participaría en actividades físicas, manuales y artesanales
propias de su época y se interrelacionaría con gentes de su medio e
inquietudes. Se le atendería la salud, comida e higiene por personal
cualificado y él, sólo tendría que disfrutar porque ya le tocaba y lo merecía.
Cuando Aurelio oía aquella versión, rumiaba siempre para sus adentros. Traducía que su
casa se había quedado pequeña y su hijo necesitaba más espacio, más intimidad y
menos responsabilidad y que su último piso, no sería ya aquél imponente
inmueble de doscientos metros cuadrados que consiguió en el centro de
la ciudad tras treinta y cinco años de hipoteca, sino un apartamento de dos por
dos con vistas al mar en el cementerio de San José y Santa Adela
Él,
que había sido gran mandamás en su vida activa, aceptó la versión como una orden
jerárquica emanada de la escala de Mandos (aquí, pensaba en su nuera). Sabía
que la vejez es la etapa de la vida sobre la que se habla con menos franqueza.
Más aún, sobre la se que miente deliberadamente. Estaba seguro de que existía
una especie de pacto social para hablar únicamente de las bondades de
ser un venerable abuelete, pasando de puntillas sobre el foco de lo
irremediablemente real: desasosiego, melancolía y sensación de que no formas
parte del todo.
Consciente
de que la perpetuidad no es algo eterno, pensaba que la inmortalidad tampoco es una cuestión eterna. Ni siquiera mística. Estaba convencido de que el
presente, que hasta hacía pocos años, duraba sólo un instante, ahora se le había
vuelto casi perpetuo y que reducir el ser humano a una colección de
corpúsculos, ya no funciona.
Aurelio quería vivir. Necesitaba vivir fuera de aquella realidad edulcorada en
que el trato afable se confunde con el tuteo; donde la sopa y el yogour no son
sino las excusas para abrir el pastillero multicolor, el pañal adosado no es
necesario para él sino cómodo para los cuidadores y donde todo círculo humano
se rompe ante el omnipresente aparato de plasma que preside la sala e impide
cualquier conversación
Él,
como muchos, había descubierto que sus dispositivos eran testigos exhaustivos
de su vida. Que era capaz de recoger datos propios y organizarlos para conocerse
mejor, controlar su vida y cambiar su comportamiento: desde las horas de sueño
hasta el control de una enfermedad o a la presteza con que se recupera un amor
en la madurez.
“Sólo la fortuna y la genética que garanticen un aceptable
estado de salud y un pacto honrado con la soledad, son el verdadero secreto
para una buena vejez", pensaba Aurelio. " No
hay química para curar ciertos achaques que sufre el alma”. ...O sí?
...Por
eso, aquel día en que conoció a Jacinta en la Residencia , saltó el
pestillo de la puerta y, en plena noche, se fugó con ella.
15 comentarios:
Lo ves Aurelio? nunca es tarde si la dicha es buena, no hay mal que por bien no venga y bien esta lo que bien acaba.
Así que, si se empeñan en eternizarte el presente: Fúgate y se feliz
¡Ay, señor "Aurelio", no se me ponga filosófico, que es peor...!
Después de todo, si a eso vamos, la vida no es más que una gran huida. Así, que no le tomen el pelo, hay que continuar huyendo, pero no hacia donde quieren otros, sino hacia donde quiera usted.
Salud y fraternidad.
"Aurelio quería vivir"
De eso se trata, nada más y nada menos. A veces, lamentablemente, lo dejamos para más tarde.
Idealizamos la realidad desde que tenemos uso de razón, quizás poque es entonces cuando sentimos que estamos solos, aunque nos ceamos acompañados. Desde entonces vamos de "residencia" en "resdencia", más o menos voluntariamente, con mayor o menor fortuna, y desde entonces soñar es nuestra única escapatoria. Si la mayoría de nuestros mayores aceptan tan resignadamente como Aurelio su nuevo hogar, ¿no será porque, a fin de cuentas, la vejez no es tan diferente al resto de la vida?
Gracias por tan bello relato, Malvís. Un abrazo.
ANALIZANDO QUE ES GERUNDIO
Magnifica exposición
Imagen final,aunque no la esperada,
alucinante, esas sombras lo dicen todo.
Mis reflexiones,está claro, vives una parte de la vida intensamente y llega ese momento que dejas un poco de vivir,es como no ver o no estar en el final de la peli,cuando te aparcan,¿es duro?,pues creo que si para los que tienen algún capitulo aún que vivir,para muchos,el final ya le saben,mas de lo mismo,
Un saludo Esca
Alguien me dijo una vez que "la vejez es fea". Ojalá seamos capaces de hacer como Aurelio y convertir en guapa nuestra vejez.
Tras leer y releer este relatillo, he apreciado la sutileza y el mimo depositado en su redactado. Vamos, que hasta el relatillo es guapo!
Sí.
Que jodío... Un abrazo.
Gracias, amigos, por vuestros sabios comentarios. En definitiva, creo que las llaves de nuestras "residencias" están siempre en manos de otros. En la de los padres, en la niñez, en el Sargento, en la juventud (cuando había mili); en el cónyuge, en la madurez y en los hijos en la senectud.
A lo mejor, si como Aurelio, fuesemos capaces de saltar los "pestillos", a la Tercera Edad podríamos acabar llamándola Tercera Oportunidad.
Un abrazo
Totalmente de acuerdo, Malvis.
Un abrazo.
Sí, pero no hace falta esperar a la Tercera Edad para eso, no? porque ya lo dicen los muy sabios: No dejes para mañana los pestillos que puedas saltar hoy!
Besines varios y a colores
Llevas razón, listilla carolingia, pero a veces, la rutina, las convenciones, la educación y las normas heredadas oxidan los pestillos y lleva tiempo en saltarlos. Lo importante, quizá, sea tomar conciencia de que en TU VIDA hay que disponer de una sola llave para dejarla, únicamente, como herencia. Así "los otros" solo podrán decidir por tí si te inhuman o te incineran.
Besitos muchos
Nos podemos poner todo lo estupendos que queramos, pero eso es lo que nos espera, decía un viejo soñador; alguien que creía con firmeza que el mundo se podía cambiar. Los años le hicieron mella, y ya solo aspira a no perder tiempo y esfuerzo en cambiar lo que no se puede. Pero decía; si hay que aceptar lo inevitable,al menos vamos ha hacerlo a nuestra manera, a nuestro gusto. Y pensó que si el final habría de ser en residencias; ¿porque no hacer nosotros la nuestra?. Se puso en contacto con antiguos miembros del Grupo Cultural Berkely 64 que él y otros promovieron en los sesenta para cambiar cosas, y decidió que la residencia habría que hacerla cerca de los frescos manantiales de Gutar, entre la carretera y el Camino Real,cerca de las verdes praderas, los enormes sauces, los molinos derruidos y el huerto de Don Trinidad. Incluso llegó a convencer a Mª Gracia, la dueña del terreno, de medio donarlo a cambio de un confortable apartamento.
Los viejos roqueros estuvieros todos de acuerdo en que morir en Gutar rodeados de amigos de la niñez, sería una buena forma de hacerlo. ¡Que ilusión!, ¡Que gran idea!. Todo era felicidad hasta que el aguafiestas de turno dijo, ¿como lo vamos a pagar?. ¿Como vamos a convencer a nuestras mujeres e hijos que vamos a distraer parte del patrimonio común en algo tan prosaico como un apartamento para hacer dulce la espera a la llegada del barquero de la laguna Estígia?.
Todos quedaron pensativos, en sus rostros se percibía un poco de frustación pero alguien rompió el silencio y dijo; bueno, esto es para pensarlo. Lo hacemos y nos reunimos otra vez, hechamos otra "ligailla", y vemos si la cosa progresa.
Pues así siguen, hechando "ligaillas" y viendo como el proyecto se añeja, eso si, con la misma ilusión de que, al partir con el barquero, en la orilla queden agitando las manos en un hasta luego, los viejos amigos de la infancia.
Hola, otia el anónimo... En fin, Aurelio todo es depende de como lo mires y Malvís (and company) ¡A vivir que son dos días! Un beso.
Razón llevas, Bruji. ¡ Otia con el Anónimo¡. Hace unas reflexiones que bien merece todo un relato. Y como quiera que por sus "claves" creo reconocerlo, intentaré colgar próximamente uno que nos lo recuerde, que lo vincule definitivamente a esta nuestra Fraga (que también es la suya, porque me consta que la lee demasiadamente)y que le disipe la duda de que, a veces, desgajarse de un lugar y unas vivencias, no significa huir, sino superarlas y ganar un plano distinto para idealizarlas y revivirlas.
Un besote
Publicar un comentario