Finalmente,
accedió a la entrada de la Ciudad de la Justicia, mientras se frotaba los ojos
despabilándose.
-¡Pase por el arco, por favor!. La
cartera, el bolso, el móvil, las llaves y demás objetos metálicos, deposítelos
en la bandeja.
-Sí, ya lo sé -dijo con toda la
amabilidad de que era capaz.- Pero lo que
quiero es entrar. Tengo un juicio que ha empezado hace veinte minutos y voy
tarde. Mi pequeño, tuvo una noche horrible, por dolor en la tripa, por gases, y
ya sabe como son esas cosas.
-Son las normas de seguridad y yo no las
he inventado. Yo también he pasado toda la noche en vela por mi hijo, pero el
deber es el deber y a las cinco y media estaba en mi puesto de trabajo. Espere
un momento que voy a buscar la lista de personal autorizado para entrar sin
pasar por el arco de seguridad.
Desapareció
para volver tras unos veinte minutos -que
parecieron interminables- con unos folios escritos a máquina en los que
se encontraba diversos nombres añadidos a mano.
-¿Cómo se llama usted?.
-Acusación, Acusación García. Pero, Juan,
si usted me conoce desde hace años...
-Cuando estoy de servicio, no conozco ni a
mi padre.
Recorrió
toda la lista de cabo a rabo, tomándose su tiempo mientras repasaba cada nombre
con el bolígrafo despuntado para no saltarse línea alguna.
-Lo siento, pero no le puedo permitir la
entrada. Su nombre no figura en el listado de personas autorizadas por la
Fiscalía Provincial.
-¡Evidentemente!. Yo soy la Fiscal Jefe de
la Audiencia, la que firma la autorización.
-Eso a mí no me consta. Además, la firma
es un garabato ilegible.
Con
cara de fastidio, sacó su carnet de identidad y se lo mostró.
-Vea usted, Juan. Es la misma firma que la
de mi DNI.
-Sí, efectivamente, se parecen, pero yo no
soy perito calígrafo. De todas formas, lo único que puedo hacer es llamar a
casa de la Fiscal Jefe para ver si me autoriza verbalmente su entrada.
-Pero, ¡oiga!. ¿ No le he dicho que la
Fiscal Jefe soy yo?. En casa no hay nadie.
-Si no desea usted que llame, no lo haré,
pero su actitud me parece muy sospechosa. Además, si usted es la Fiscal Jefe
como dice y no se ha atrevido a poner su nombre en la lista de personas
autorizadas, ¿quién soy yo para permitirle la entrada?.
-Pues entonces, tendrá que admitir que usted tampoco está en esa lista. -replicó ella.
-Bien mirado, tiene usted toda la razón.
Pero es que yo no pertenezco a la Fiscalía.
-Entonces, dígame, ¿qué coño hace usted
ahí dentro si no está autorizado?.
-¡Hostias, pues es verdad!. Ahora mismo
salgo y haré guardia fuera.
Reconcomida
por los nervios, acertó a pedir un último deseo:
-Por favor, ¿podría pasarme el móvil que
está en la bandeja al otro lado del arco?. Es para avisar al Tribunal de la
circunstancia y que suspenda o demore el acto de juicio hasta que solucionemos
este malentendido.
-Lo siento, pero ya he salido fuera y
usted me ha prohibido permanecer por no ser persona autorizada. Además, aquí
dentro está prohibido el uso de móviles. ¿ Es que no lo ve en la pegatina de la
pared?. Con gusto le dejaría el mío, pero es de empresa y nos tienen
restringidas las llamadas. El reglamento es el reglamento, doña Acu.
Había
transcurrido casi una hora en tal situación, cuando Juan contempló cómo por la
escalinata central de aquel Palacio de Justicia bajaban dos personas
sonrientes. Al llegar a la puerta, Juan abrazó al más joven y estrechó la mano
a la que iba de traje negro. Después, tomó su móvil, llamó al Encargado de su
empresa de seguridad y obtuvo el día libre para celebrar la absolución de su
hijo, por ausencia del requisito constitucional del principio acusatorio.
2 comentarios:
Bien por Juan! que tuvo la suficiente lucidez para desarrollar la defensa de su hijo como mejor sabía. Y es que muy a menudo encontramos la lucidez sumergiéndonos en el surrealismo, ...aunque éste sea jurídico.
Muchis
En cuantas situaciones absurdas nos hemos encontrado! Esas que casi tienes que pellizcarte para discernir si se trata de algo real, o un terrible sueño. Sin embargo, a veces, como en esta divertida historia, la absurda situación tiene su estrategia camuflada.
Una artimaña que persigue un fin insospechado para nuestra Acusación García, o para la "Acu" de toda la vida -si se trata de Juan-.
Un fuerte abrazo,
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