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sábado, 30 de junio de 2018

CHICHIVEO A LOS MÍOS.




Ahora que todos mandan, que somos menos inteligentes y cultos que aquellos quienes nos precedieron y que tras tantos siglos seguimos sin evolucionar creando nuevos dioses (el futbolista, el político, el banquero, el google...) y nuevos diablos (el tabaco, el colesterol, la obesidad...), recuerdo mi juego en Mágina.

Sentado en el tranco de la puerta y sosteniendo en las manos una larga correa de cuero de nuestro padre, los participantes nos agarrábamos a ella. "Mando, mando", decía el oficiante, a lo que a la consentida propuesta respondían los participantes: "¿qué mandas?". Se proponían pruebas casi imposibles donde el valor, el sacrificio y la ilusión de superar la prueba te curtían en el juego de la vida tratando de superar el obstáculo, el error, e ir aprendiendo para desafiar lo venidero. "Mando que me traigáis un buche de agua de la Fuente de la Seda, una hoja de moral de los Siete Caños y una rama de hinojo de la huerta de "jabelete".

Y todos desaparecíamos prestos al encargo. Bueno, todos no, casi todos porque siempre existían los listillos o listillas como Antoñita que cogía la bocanada de agua en el fregadero de nuestra propia casa y lo hacía pasar por la de la fuente de La Seda. Total, ¡casi como en la propia vida actual!.

El oficiante entonces, con el cinturón de cuero en ristre, vigilaba el tranco y las calles adyacentes en todas sus vertientes, accesos y perspectivas, pues cuando veía acercarse al participante con sus tres pruebas conseguidas, su misión consistía en espantarlo alejándolo del tranco inicial del juego a base de fustigarlo con latigazos para que no tocara la piedra del tranco y le quitara su reinado del "mando, mando". Era un juego sobre la ambición desmedida del "quítate tu para ponerme yo", un avance premonitorio de la vida de hoy en todos sus ámbitos políticos, sociales, laborales y familiares; una prueba que desde niño te enseñaba el juego de lo que el mañana te iba a proponer para que lo comprendieras y fueras asumiéndolo, pero que introducía un factor de redención y solidaridad mutua pues cuando te veías acorralado por el portador de la correa de cuero gritabas chichiveo a los míos!" para que el resto del grupo acudiera en tu ayuda y si, unidos, lograban reducirlo conseguías salvarte al tocar la piedra del tranco. Era una socialización del porvenir que hoy día nos impide y cercena la reacción frente a lo injusto, a la mediocridad, y favorece la recreación de nuevos dioses, de nuevos mitos con pies de barro que más temprano que tarde caen para ser sustituidos por otros en esta loca carrera de estulticia donde la burra siempre vuelve al trigo de su tremendo error o haciendo girar la noria del viejo pozo de agua estancada.

Continuamos rindiendo pleitesía a los becerros que hemos fabricado fundiendo nuestro propio oro y asumiendo un temor reverencial a los ídolos que nosotros mismos ayudamos a construir.

Perdimos la enseñanza ancestral, perdimos la esencialidad y mientras creemos que nuestra avanzada cultura pasa por la robótica y el desarrollismo inteligente, seguimos con la mirada y la mente ancladas en las sombras desfiguradas de la realidad que pasa ante la puerta de la Caverna de Platón sin valor a realizar el corrimiento del velo de Schopenhauer, propiciando con nuestra pasividad e incultura la creación de nuevas realidades idealizadas que nos ofrecen, como sombras desfiguradas en la pared de la mente de nuestra caverna de incultura, los nuevos dioses, los nuevos señores feudales que atracan nuestras vidas y haciendas rapiñando y atracando la bolsa y la vida permitiéndoles hacer la suya más cómoda y lucrativa mientras nos resignamos a su derecho indiscutido de portazgo, a su imposición del diezmo o a su mordaza. Hemos pisado la luna, descubierto el átomo y la cadena genética del ADN, pero hemos olvidado que podemos gritar un chichiveo a los míos con la esperanza que seamos oídos por el resto del colectivo social. Somos menos libres que los vasallos medievales porque nos conformamos con el cambio formal sin darnos cuenta que lo estructural no ha variado sino que se ha maquillado e impuesto legalmente con nuestra pasiva aceptación y la falta de solidaridad ajena que también lo sufre mientras sigue creyendo que la sombra que ve reflejada en la pared de su caverna televisiva, internáutica o escrita, es la realidad que existe cuando sales a luz del campo abierto y libre.

En mi juego de Mágina las cosas eran diferentes porque el pacto del juego estaba claro y convenido en el propio reto de la prueba. A pesar de haberla conseguido, conocías que te esperaba superar el cinturón de cuero antes de salvarte tocando el tranco de piedra para tener el mando de la siguiente vez, y que siempre existía el recurso solidario del grito de chichiveo a los míos que te salvaba de la impostura aterradora del que mandaba con el cinturón de cuero, siendo consciente de que si conseguías llegar al tranco de inicio era perentorio tu poder y mandato porque otro con mejores habilidades te lo arrebataría en la siguiente prueba. Todo fluía con naturalidad como lo perecedero y cambiante de la misma vida, porque era tan real como verdadero.

En el Chichiveo nos enseñaron que en la mano del guardián solo había un cinturón de cuero al que había que superar, pero nunca nos advirtieron que los poderosos dioses de nuestro hoy serían como los toreros, que manejan en una mano el capote del engaño mientras en la otra esconden el estoque.





3 comentarios:

Baruk dijo...

"Hemos olvidado que podemos gritar un chichiveo a los míos con la esperanza que seamos oídos por el resto del colectivo social" ​Que gran verdad! ​Es​o es lo malo que tiene dejar la infancia, a medida que vas creciendo, el adulto se adultera con las cosas mundanas y al final ya no reconoces ni a los tuyos. Un bello recuerdo de una niñez bendita.

pallaferro dijo...

Profunda reflexión que arremete contra los nuevos dioses. No levantamos cabeza porque somos rebaño de ovejas y no tenemos tan desarrollado ese chichiveo solidario y reaccionario. Deberíamos ser más manada de leones, o enjambre de abejas para salvar astutamente el cuero que nos flagela!

Me ha gustado. Lo he releído y me gustaría poder interiorizar su esencia...

Un fuerte abrazo

Mara dijo...

La Fuente de la Seda

Cada vez que leo ese nombre me siento como si estuviera leyendo ya la trilogía entera. Esa que está tejida, dibujada, evocada, conjurada, compuesta de historias centenarias, sentimientos y afectos cotidianos y extraordinarios... Esa que te lleva de generación en generación, del llanto al duelo, al remanso, a la alegría... al descubrimiento, el acuerdo , el disgusto, la sorpresa... De página en página, de libro en libro...

No, no voy ni a atreverme a sugerir que alguien la escriba... Aunque me fascinaría leerla. Es verdad.

No. No quiero embarcar a nadie en semejante empresa.

Es sólo eso: Que ese nombre tan precioso me lleva a esa sensación maravillosa, a ese ensueño.

Las vidas que se han cruzado en La Fuente de La Seda, las familias que han vivido, crecido, desaparecido. Los tiempos que se han sucedido...

En fin, qué nombre tan evocador para mí de historias que desconozco y que seguramente ni existieron.


Publicación 2006
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